viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo dos: Mejores amigos del mundo


Disclaimer: Todos y cada uno de los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la trama es toda mía. No al plagio. 


Segundo Capítulo: Mejores amigos del mundo


Solamente pasaba diez minutos con el amor de su vida, y miles de horas pensando en él.~Paulo Coelho


La señora Cullen, o “Esmy” como le decían los niños, estaba resplandeciente esa mañana. Recibirían a un nuevo pequeño y estaba tan emocionada por eso. Le habían comentado que el pequeño tenía unos enormes ojos verdes y no podía esperar para conocerlo. Ella era la encargada de cuidar a los pequeños y este semestre el pequeño Eddie sería su protegido.
Belly perseguía a Emmy, su hermano, por toda la guardería. Ella estaba feliz y molesta a la vez ese día. Su hermano la estaba molestando con Jazzy, su amigo, pero él no entendía que a ella no le gustaba. Jazzy y ella se habían puesto como un tomate cuando Emmy les cantó una cancioncita de las que insinuaban que ellos se gustaban. Eso no era cierto. El sexto sentido de Belly le decía que a Jazzy le gustaba Allie y viceversa, pero ella no lo iba a decir como Emmy. Ella no era en nada igual a su hermano mayor. ¿Mayor? Sí, tan solo un año mayor. ¿Quién diría que sus papis le darían una gran noticia al grandulón cuando este tenía solo un año de vida? Sí, hablamos de Emmy el grandulón. Y es que tenía una contextura como la de un oso, grande y a veces asustaba.
La señora Esmy se colocó ambas manos en la cintura, gesto que indicaba que quería que los niños guardaran silencio. Ellos obedecieron y se pusieron en hilera. Eran cinco: Belly, Emmy, Rosie, Jazzy y Allie. Luego los conocerán, no se preocupen.
-Hoy conocerán a un niño nuevo, niños-. Sonrió Esmy.- Su nombre es Edward Masen, le dicen Eddie, sean amigables con él-. Los niños asintieron sonriendo como verdaderos angelitos y siguieron jugando como si nada.
Eddie llegó a la guardería con el corazón en las manos, palpitaba demasiado, y sus manitas sudaban, también demasiado. Su madre notó su nerviosismo al verlo morder su pequeño labio inferior y le dio un apretón para infundirle confianza. Eddie ni sintió el contacto de su madre, tenía la vista puesta en el cartel de colores que rezaba “La Guardería Cullen”, claro que el pequeño Eddie aún no sabía leer.
<<Caos>>, fue lo primero que pensó Elizabeth Masen al entrar a la guardería. Niños corrían por doquier y si no hubiera ya pagado, hubiera dado media vuelta ahí mismo con su bebé. Divisó a una mujer con cara en forma de corazón al fondo de la sala que miraba a los niños con gesto de dulzura. <<Debe ser la señora Cullen>>, razonó y se dirigió hacia ella ignorando los forcejeos que le hacía su pequeño. La señora Cullen enfocó la vista en Elizabeth y el pequeño Eddie y sonrió.
-Buenos días-. Empezó ella.- Usted debe ser la señora Masen, un gusto-. Se estrecharon las manos y Esmy se puso a la altura de Eddie.- Y tú debes ser el pequeño Eddie-. Le revolvió los cabellos cobrizos. El pequeño sonrió y asintió con efusividad, su nerviosismo se había marchado ya.
-Dígame Elizabeth-. Corrigió ella.- El gusto es mío, señora Cullen.
-Esme-. Corrigió Esmy.- Tú pequeño, me puedes decir Esmy-. Le guiñó un ojo.- Ves a jugar y a integrarte con tus nuevos compañeros-. El pequeño Eddie no sabía el significado de “compañeros”, pero aún así fue a donde estaban los niños. Y el nerviosismo reanudó su ritmo.
No sabía por dónde empezar ni que decir. Veía un grupo de niños, sí, pero no sabía que demonios hacer con eso. Una niña de cabellos cafés lo vio y sonrió. El dudó sobre eso ya que la niña estaba al otro lado de la sala, lejos de donde él estaba, pero aún así le correspondió la sonrisa.
No podía él dejar de sonreír. Era la niña más linda que había visto, y también la única. Se acercó y sus pequeñas manitas empezaron a sudar. No es como si su pelo café se estuviera removiendo en la brisa, o como si sus ojos chocolate lo miraran directamente, le afectara. Él sabía que no era prudente mirar fijamente y también sabía que no debería notar tantos insignificantes detalles. 
La pequeña llegó hasta él y le extendió su manita. <<Es suave>>, pensó él. Sus mejillas adquirieron un color rosáceo hermoso, y él sabía que no debería advertir eso, pero ¿y qué si lo hacía? No es como si hubiera una cárcel para niños, ¿cierto? 

Su mano entrelazó la suya y confirmó su pensamiento previo. Ella era suave. 

-¿Quieres juegar?- Dijo ella, confundiéndose en las letras, lo que provocó la risa de parte de él.- No deberías reírte de las personas, es muy grosero-. Le dijo ella claramente molesta. Apartó la manita y de giró en gesto de enfurruñamiento. Se fue caminando y cuando llegó con la otra chica de cabello puercoespín negro le susurró algo en el oído provocando que esta le mirara asesinamente. 
Y él que pensaba que esto de hacer amigos sería fácil.

Belly no entendía como aquél niño se burlaba de ella si ella solo había sido amable con él. Su amiga Allie la apoyó y le dijo que lo ignorara, y ella le hizo caso. Cambiando de tema, ella hoy se sentaría sola. No sabía el porqué quería sentarse sola, pero al fin y al cabo ella era solo una niña, no tenía que saber todos los porqués.

Llegó la hora del almuerzo y Eddie no tenía con quien sentarse. <<Al menos tengo un almuerzo>>, pensó el pequeño. Se acomodó en un rincón, ya que las mesitas estaban ocupadas. La niña de ojos cafés estaba sola, y cuatro chicos más estaban en la otra mesa. No es como si la guardería fuera pequeña, pero el resto de ella eran puros bebés y ya se habían marchado a su casa. Abrió su lonchera de Batman y sacó un sándwich de jamón.

Belly clavó su vista en el chico que había herido sus sentimientos hacía unas horas, el tal Eddie. Él le lanzaba miradas furtivas algunas veces y la pescaba mirándolo. Pero él también la miraba, no era toda su culpa. Tía Esmy, como le decía ella, se aproximó y le palmeó la cabecita.

-¿Por qué no invitas a Eddie a que almuerce contigo?- Le preguntó y ella hizo un puchero. Negó con la cabeza y se cruzó de bracitos.

-Porque se rio de mí-. Esmy rodó sus ojos. Sabía que los niños se molestaban por pequeñeces, pero no evitaba evitar sus reacciones.

-Tal vez se le escapó, no fue su culpa, ¿porqué no lo perdonas, querida?- Belly fulminó con la mirada a Esmy y un suspiro se escapó de sus labios. Asintió resignada y puso las manos en su jugo. Tía Esmy le depositó un besito en la frente para ir a donde Eddie. Intercambiaron un par de palabras y finalmente él se aproximó a donde Belly con expresión cauta. Belly rio y él frunció el ceño.

-¡No te voy a morder!- Exclamó ella y Eddie se relajó.- ¿Porqué te reíste de mí antes, Eddie?- Él dio un respingo ante la mención de su nombre. ¿Cómo ella lo sabía? Bueno, luego lo pensaría, ahora se limitaría a responder la pregunta.

-Dijiste juegar y es jugar-. Sonrió y se sentó en la silla en frente de Belly. Belly pensó que él tenía una bonita sonrisa. Entrecerró los ojos y lo examinó más a fondo. Sus ojos también eran bonitos. Eddie se pasó una mano por el pelo y Belly centró toda su atención en ese movimiento. Le gustaba cuando él hacía eso y eso que solo se lo veía hacer una vez.- ¿Cómo te llamas, niña de los ojos cafés?- Soltó él. Belly sonrió, a ella le gustaban sus ojos cafés, los había sacado de su papi Charly.

-Belly-. Dijo ella.- ¿Quieres?- Le tendió su sándwich de queso y él aceptó.- ¿Me das?- Hizo ojitos al sándwich de jamón de Eddie, lo que provocó su risa y también su deslumbramiento. Tomó su sándwich y lo partió en dos, ella hizo lo mismo con el suyo. Intercambiaron y empezaron a comer.- Seamos mejores amigos, ¿sí?
¡Guau! Sí que era fácil hacer amigos. Eddie ya iba a cumplir su sueño y casi que se le salen lágrimas de la emoción. Iba a ser el mejor amigo de la niña más linda del planeta, de Belly. Cuando llegara a la casa le contaría a su mamá que ya había hecho una mejor amiga y que eso lo tenía muy alegre.
-Sí, claro, Belly-. Ambos rieron y Belly depositó un beso en la mejilla de Eddie. Éste se sonrojó como un tomate y miró su sándwich de dos colores.- Seamos los mejores del mundo. 
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La infancia es aquella época que no se olvida. Es la época donde podemos reír cuando podemos, llorar si queremos, hacer cosas insignificantes y que nadie nos evalúe por ellas. Es la etapa en donde no somos juzgados, donde una sola palabra encanta, donde podemos ser quienes querramos ser y donde no tengamos que esconder nuestras emociones al mundo. Es donde no podemos sentir verguenza ni tener que pretender algo que no somos. La infancia es el momento para creer, soñar y amar sin temor a no ser correspondido. No es tiempo para pensar ni para tomar decisiones importantes. Es el tiempo para disfrutar y descubrir; para sonreírle a la vida, para aprender que un instante se puede congelar y para estar en paz contigo mismo. La infancia es eso, derrochar alegría hasta que el cuerpo no dé más; es brillar por lo que eres. La infancia es ese tiempo que permanecerá en la memoria y que nunca se desvanecerá.

Gracias por leer :D



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