domingo, 27 de marzo de 2011

La Guardería Cullen capítulo uno: Noticia

Disclaimer: Todos y cada uno de los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la trama es toda mía. No al plagio. 


Primer Capítulo: Noticia


"Letting go has never been easy, but holding on can be as difficult. Yet strength is measured not by holding on, but by letting go."
~ Len Santos



Era una noche taciturna. Sí, eso era, demasiado taciturna se podría decir. El pequeño Eddie miraba por la ventana. ¿Qué por qué? Nadie sabía, pero podía ser porque mañana experimentaría algo nuevo. Sí, bueno, jamás había estado en una guardería, ¿y qué? No es que él no lo hubiese visto venir, él mismo lo planeó y le rogó a su madre que lo dejara ir ya que el pequeño no tenía amigos. Él quería un mejor amigo, oía de ellos en la tele todo el tiempo, claro que con un dinosaurio panzón morado que cantaba sobre la amistad ocupando todo el televisor, ¿quién no querría un amigo?
Elizabeth Masen había protegido demasiado a su pequeño, lo había sobreprotegido, corrijo. ¿Pero quién soy yo para juzgar la voluntad de las personas? Bien se sabía que lo había hecho con buena intención, pero eso no justificaba la tristeza que embargaba a su hijo en estos momentos.  Ella no entendía como un buen niño, tan feliz, pudiera estar triste ahora. ¿Saben? Él no estaba triste, eso era ilógico. <<Está emocionado>>, pensó ella. Pero, ¿cómo no pensar que estaba triste si veía por la ventana que se había aguantado sus berrinches? Él siempre veía por la ventana cuando estaba triste, pero nunca había estado ansioso, ni siquiera con su colección de carritos en miniatura y ni siquiera cuando su mamá se compró un Volvo para complacerlo. ¿Qué madre compraría un Volvo para complacer la petición de su pequeño?
Muchas, y cuando se dice muchas es muchas, personas creían que la señora Masen estaba loca. ¿Un primer indicio? Seguía usando su apellido de casada aunque su esposo hubiera muerto por Peste Española. ¿Y quién no se volvería loca si la Peste había desaparecido hacía unos cien años a lo sumo, y justo su esposo había tenido la mala suerte de contraerla ahora? Había muerto hacía dos años, cuando el pequeño Eddie tenía esa edad.
Eddie era un vivo retrato de su madre, aunque nada podía decir pues no había conocido nunca a su padre realmente. Eso ya no lo afectaba, se podría decir que lo había superado. El cabello cobrizo de su madre y sus ojos verdes esmeralda los había heredado, y se enorgullecía de ello. Su madre le decía que era el hombrecito más apuesto del mundo, pero él sabía que su madre aún estaba ida por la pérdida de su padre. ¿Qué si fue difícil? No se imaginan cuanto. Aún él podía oír fuertes sollozos contenidos desde su alcoba, y vaya que eso le partía su diminuto corazón en dos, aunque ella no se diera mucha cuenta.
Ahí estaba él, tan emocionado como un gato con una bola de estambre. Daba botes en su sitio, estaba muy feliz, ya quería salir de su casa donde no hacía más que sufrir a costas de su madre. Tal vez ella pensara que él era feliz, e incluso los vecinos podían pensar eso también, pero su mente le decía lo contrario. Su mente, y una pizca de intuición, le decían que estando en esa guardería todo cambiaría. Y esperaba fervientemente tener razón en eso.
Su piecito se quedó atascado entre las patas de la silla y al intentar sacarlo casi se cae, casi. Trastabilló hasta su cama y se cubrió con la manta hasta la nariz, justo en el momento en el que la puerta se abría dejando entrever una línea de luz. Su madre asomó su nariz respingada por la abertura y sonrió al ver a su pequeño en la cama, la visión se le hacía tan dulce. Ahora su pancita subía y bajaba plácidamente, se había dormido. Una línea de paz cruzaba su rostro, lo cual indicaba que se había sumergido probablemente ya en el quinto sueño. Los niños se dormían rápido, y también olvidaban rápido. <<Gracias a Dios y su mente es un colador>>, suspiró quedamente su madre contemplándolo con suma calma.
Cuando ella lo miraba, veía a su padre a la vez. Sí, el pequeño Eddie había sacado sus ojos, pero eso depende del punto de vista de donde lo veas, ¿no? Los angulosos pómulos y la nariz recta de su padre, tenía sus labios también. Había que ser bien detallista para notar que el color del cabello del pequeño Eddie era en realidad de su padre. <<El cobre y el bronce no son el mismo color>>, recordó ella. Muchas personas pensaban que sí, pero había una diferencia por más pequeña que fuera.
-Te quiero, mi pequeño Edward-. Dijo Elizabeth en voz apenas audible antes de cerrar la puerta con sumo cuidado. Bajó las escaleras y se acomodó en el sofá para alzar las manos hacia la chimenea. Estuvo tan absuelta en sus pensamientos que no escuchó unos pasitos a sus espaldas hasta que escucho su vocecita hablar.
-¿Mami?- Dijo él, restregándose los ojos con la manga de su pijama que le quedaba demasiado grande. Ella se giró y le regaló una sonrisa torcida, que le hizo sonreír también a él.- Hay una persona tocando la puerta que no me deja dormir-. Señaló él hacia la puerta. Su madre alzó la vista, efectivamente escuchando golpes en la puerta. ¿Quién sería a estas horas?
Mike Newton era el general, y por mucho que le pesara esto, tenía que hacerlo. Sabía que eran entradas horas de la noche, pero era mejor informarle a la familia Masen lo que había ocurrido. Cuando abrieron la puerta, su corazón se estrujó. La familia había sufrido mucho y él los había ayudado a sobrellevar su situación de su padre. El pequeño Edward estaba escondido detrás de las largas faldas de su madre, y ella lo miraba con los ojos bien abiertos por la sorpresa.
-Eddie, ¿por qué no te vas a la cama?- El pequeño asintió y subió por las escaleras corriendo como alma que lleva al diablo.- ¿Qué pasa, general?- Mike carraspeó y tomó aire un par de veces.
-El soldado Cooper Masen ha muerto en batalla-. Dijo él sin dudarlo ni un segundo más. Se había anticipado previamente para cualquier reacción por parte de la señora, excepto para esta. Ella asintió y cerró la puerta en sus narices, no sin antes musitar un escueto <<gracias por avisar>>. Se giró sin más y emprendió la marcha en dirección a otro lugar.
Cuando cerró la puerta, Elizabeth Masen se recostó contra ella y lloró silenciosamente. Eddie bajó un tramo de escaleras y se la quedó mirando por largos segundos que parecieron años antes de correr a refugiarse en sus brazos. Ambos sollozaban, ya que el pequeño Eddie había escuchado la noticia a escondidas.
Grandes gotas se resbalaban de los ojos del pequeño sin poder evitarlo, ahora estaba solo su madre y él. Ya no estaba su hermano para protegerlo de los monstruos que habían en su armario, y mucho menos habrían más lecciones primerizas de fútbol. Él notó cuando una parte de él lo abandonó cuando escuchó la noticia, y por una parte quedó en estado de shock. Un shock que no impedía que llorase. Sin los consejos de su hermano, tendría que ir a una nueva guardería. Completamente solo, como un forastero sin lugar a donde ir. Se sentía tan desprotegido que ni las palabras de su madre diciendo que todo estaría bien le podían consolar. 


Una de las cosas que adoro sobre esta historia es la ingenuidad con la que está impregnada, pero la ingenuidad no siempre es duradera y eso es malo. Todos nos preguntamos cómo pudimos pensar cosas tan estúpidas cuando éramos chicos, pero solo pocos dan gracias por ello. La ingenuidad nos impidió ver cosas que no podíamos soportar aún y que muchas veces no soportamos. ¿A veces es mejor estar ciego que ver la verdad? No, pero es más placentero. El sueño de cada uno de nosotros se basa en ser ingenuo, porque es lo que conserva nuestro pasado, nuestra infancia; es lo que nos impide perder la cordura, por más que sea dificil aceptarlo. Todos tenemos una parte ingenua en nuestro interior. 
Saco a relucir esto que a muchos les parecerá trágico, y lo es de hecho, pero miren el transfondo y se sentirán identificados. 
Ya dejo la preorata, solo espero que les haya gustado :)
Besos Dorados. 

2 comentarios:

  1. ameeeeeee esoooooooooooooo danielaaaaaaaaaaaaaaa amo como escribessssssssss, escribeme un poema $: jiji te amo

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